SEMILLAS TRANSGÉNICAS

SEMILLAS TRANSGÉNICAS

Nuestros gobernantes han sido complacientes

Aunque se afirma que existe una ley que prohíbe la utilización de semillas transgénicas, en nuestro país se comercializan, especialmente, para el cultivo de legumbres, sin que ninguna autoridad se anime a no permitirlo. Lo que sería la mayor tragedia de nuestra historia y el hecho más vil de los vendepatrias en el poder, es que con engañifas y falsas panaceas se introdujera el cultivo del maíz transgénico con la complicidad de autoridades, funcionarios y comerciantes haciendo de la ignorancia del campesino su más codiciada víctima.
La amenaza se mantiene latente: existen fuertes intereses económicos de parte de la transnacional que compró en El Salvador la firma Cristiani-Burhard y de otros vendedores particulares por introducir en Guatemala la perversa idea de que nuestros agricultores cambien sus semillas milenarias, resistentes, variadas y generosas, por el cultivo de las semillas transgénicas a las que se les adjudican una serie de cualidades, pero que no se informa que el trasfondo es volvernos esclavos de los monopolios transnacionales hasta en el cultivo de nuestro principal alimento y, una vez dañadas nuestras semillas, obligarnos a pagar los precios que mejor les parecieran a los insaciables mercaderes. Frente a esas amenazas reales y persistentes, nuestros gobernantes de turno, desde 2000, han asumido una actitud complaciente a esas presiones, mientras les dicen a los campesinos minados por la miseria, que son el auténtico motivo de su gobierno.

Lo que da muy mala espina e invita a la suspicacia es que ninguna de nuestras autoridades relacionadas con la agricultura y ahora con el desarrollo rural han salido en una histórica, sociológica y solidaria defensa de las semillas de maíz guatemaltecas, ni una sola autoridad que nos informe si todo el genoma del maíz auténticamente originario de nuestro suelo está ya registrado al nombre de Guatemala o si alguna transnacional ya pudo haberse adelantado. Aunque tan importante registro todavía no se hubiera hecho, ese olvido no justificaría jamás que los tecnócratas y los técnicos que pudieran estar en el poder y muy al servicio de la corrupción internacional, salieran, precisamente en este suelo, a la defensa de las virtudes del maíz genérico que, ellos mejor que todos nosotros saben, sería hundir más en la miseria a la gran mayoría de campesinos que conforman la llamada economía de subsistencia, porque no se mueren de hambre todavía, precisamente, porque cultivan su maíz y su frijol para comer.

Si es indiscutible que nuestras tierras están agotadas por los monocultivos, también es indiscutible que los campesinos dejan hasta de comer, con tal de pagar sus insumos para tener mejores cosechas, sólo hay que contemplar sus esqueléticas figuras y de sus hijos para comprender el fondo humano del tema que estoy exponiendo.

Este es el momento para que todas las agrupaciones campesinas y los líderes que los movilizan impulsados siempre por el reclamo de sus derechos como descendientes directos de los mayas, y todos los demás guatemaltecos, exijamos a las autoridades de turno una clara y decidida postura en la defensa y conservación del más preciado valor que nuestros ancestros nos heredaron para no morirnos de hambre. Que se pronuncie el gobernante y sus colaboradores en el sentido que mantendrán la conservación y la invulnerabilidad de nuestras generosas semillas de maíz. Un gobierno de cuatro años, no debe permitir que solapadamente se borren más de diez siglos en que esas no han fallado alimentando un pueblo.

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