SEMILLAS TRANSGÉNICAS

SEMILLAS TRANSGÉNICAS

DAÑO AL MEDIO AMBIENTE

Desaparición de Biodiversidad

La contaminación genética pone en peligro variedades y especies cultivadas tradicionalmente. El aumento del uso de productos químicos eliminan o afectan gravemente a la flora y a la fauna no objetivo.

El incremento del uso de pesticidas aumenta la contaminación químicaCon las plantas tolerantes a herbicidas, el agricultor puede usar mayores cantidades de agrotóxicos para acabar con las llamadas "malas hierbas". Hoy por hoy existen datos que demuestran que, debido a esto, se están utilizando muchos más pesticidas en los cultivos transgénicos que en los convencionales.La presencia de glifosato (el herbicida asociado a la soja transgénica RR de Monsanto) en el suelo, en las aguas y en los alimentos es cada vez mayor.En cuanto a las plantas Bt, no se ha verificado una reducción del uso de agroquímicos. Sin embargo han aparecido plagas resistentes al Bt con el consiguiente perjuicio para la agricultura ecológica.

Caso de la Mariposa Monarca



La sugerencia de que el polen del maíz Bt podría matar las larvas de la mariposa monarca galvanizó el interés del público por los efectos de los cultivos transgénicos en el medio ambiente.


La larva monarca es el estadio biológico de oruga de uno de los aborígenes de América del Norte más coloridos y familiares, la mariposa monarca. Las larvas se alimentan únicamente de las hojas del algodoncillo, planta que comúnmente se encuentra en hábitat naturales y campos cultivados. Como su alimentación no incluye plantas de maíz, las monarcas no son organismos perseguidos en el sistema de control de las plagas de insectos en un campo de maíz. Sin embargo, como miembros del orden de los lepidópteros (mariposas diurnas y nocturnas) son sensibles a los venenos que afectan a esos insectos. Un lepidóptero que constituye una plaga, el barrenador europeo del maíz, es el principal blanco de las toxinas Cry1 de Bt presentes en las variedades de maíz transgénico.

Cambio Climático y las Semillas Transgénicas

Una de las falsas soluciones que se presentan para enfrentar el cambio climático es ampliar la agroindustria, por medio de los transgénicos, para resolver el problema del hambre con semillas resistentes a sequías, pero esto solo generará más problemas.

La agroindustria, al trasladar grandes volúmenes de producto, utiliza más derivados de petróleo, además de fertilizantes, pesticidas y transporte, lo cual genera más gases de efecto invernadero.

El problema es que esas semillas hacen que el suelo tenga más salinidad y, en consecuencia, deja de ser apto para la agricultura. Es de esperar que aparezca otro transgénico para ese tipo de suelo, el cual traerá males mayores.

Nuestros gobernantes han sido complacientes

Aunque se afirma que existe una ley que prohíbe la utilización de semillas transgénicas, en nuestro país se comercializan, especialmente, para el cultivo de legumbres, sin que ninguna autoridad se anime a no permitirlo. Lo que sería la mayor tragedia de nuestra historia y el hecho más vil de los vendepatrias en el poder, es que con engañifas y falsas panaceas se introdujera el cultivo del maíz transgénico con la complicidad de autoridades, funcionarios y comerciantes haciendo de la ignorancia del campesino su más codiciada víctima.
La amenaza se mantiene latente: existen fuertes intereses económicos de parte de la transnacional que compró en El Salvador la firma Cristiani-Burhard y de otros vendedores particulares por introducir en Guatemala la perversa idea de que nuestros agricultores cambien sus semillas milenarias, resistentes, variadas y generosas, por el cultivo de las semillas transgénicas a las que se les adjudican una serie de cualidades, pero que no se informa que el trasfondo es volvernos esclavos de los monopolios transnacionales hasta en el cultivo de nuestro principal alimento y, una vez dañadas nuestras semillas, obligarnos a pagar los precios que mejor les parecieran a los insaciables mercaderes. Frente a esas amenazas reales y persistentes, nuestros gobernantes de turno, desde 2000, han asumido una actitud complaciente a esas presiones, mientras les dicen a los campesinos minados por la miseria, que son el auténtico motivo de su gobierno.

Lo que da muy mala espina e invita a la suspicacia es que ninguna de nuestras autoridades relacionadas con la agricultura y ahora con el desarrollo rural han salido en una histórica, sociológica y solidaria defensa de las semillas de maíz guatemaltecas, ni una sola autoridad que nos informe si todo el genoma del maíz auténticamente originario de nuestro suelo está ya registrado al nombre de Guatemala o si alguna transnacional ya pudo haberse adelantado. Aunque tan importante registro todavía no se hubiera hecho, ese olvido no justificaría jamás que los tecnócratas y los técnicos que pudieran estar en el poder y muy al servicio de la corrupción internacional, salieran, precisamente en este suelo, a la defensa de las virtudes del maíz genérico que, ellos mejor que todos nosotros saben, sería hundir más en la miseria a la gran mayoría de campesinos que conforman la llamada economía de subsistencia, porque no se mueren de hambre todavía, precisamente, porque cultivan su maíz y su frijol para comer.

Si es indiscutible que nuestras tierras están agotadas por los monocultivos, también es indiscutible que los campesinos dejan hasta de comer, con tal de pagar sus insumos para tener mejores cosechas, sólo hay que contemplar sus esqueléticas figuras y de sus hijos para comprender el fondo humano del tema que estoy exponiendo.

Este es el momento para que todas las agrupaciones campesinas y los líderes que los movilizan impulsados siempre por el reclamo de sus derechos como descendientes directos de los mayas, y todos los demás guatemaltecos, exijamos a las autoridades de turno una clara y decidida postura en la defensa y conservación del más preciado valor que nuestros ancestros nos heredaron para no morirnos de hambre. Que se pronuncie el gobernante y sus colaboradores en el sentido que mantendrán la conservación y la invulnerabilidad de nuestras generosas semillas de maíz. Un gobierno de cuatro años, no debe permitir que solapadamente se borren más de diez siglos en que esas no han fallado alimentando un pueblo.